sábado, 12 de febrero de 2011

Si esto es traducción, que baje Dior y lo vea




"Bible translators often think they must aim at almost exact verbal correspondence to the original in order to make sense. Many of them insist there must be consistency of words. But consistency in principal words is misleading because words have a variety of meanings depending on context. So a translator can be consistently wrong as well as consistently right." (Nida dixit)

Señores, no se lo van a creer pero la Conferencia Episcopal Española ha organizado un congreso en el que expertos internacionales, tachán tachán, analizarán los criterios y significado de la nueva traducción de la Biblia. Como lo oyen.


Y yo claro, muerto en la bañera con el secador en la mano porque no he visto en ninguna web ningún call for papers ni nada que se le parezca. De ahí que deduzca que estos “expertos internacionales” serán elegidos a dedo. Pues bien, en ese caso, a quien Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga, porque los demás, muy a nuestro pesar, ni entramos ni salimos en el tema.


La cosa es que, con esto de las traducciones religiosas, las gentes se atan las mantas a la cabeza y se ponen a defender posturas más cercanas a San Agustín que al siglo veintiuno en que nos encontramos. #biendemetáfrasis


No sé si recordarán que en octubre estuve en el IPCITY de Manchester. Una gozada, oigan, no me canso de repetirlo. Pues bien, dos de las ponencias iban de la traducción del Corán. Ninguna de la Biblia, por desgracia.


Una de ellas me epató tanto que todavía la llevo en la cabeza.


¿El nombre? From the Word of God to the Words of Men: The Qur'an and the Poetics of Translation.


¿El autor? Dr Ayaz Afsar


¿Que por qué me epató? Pues porque el señor se tiró toda la ponencia hablando de las nueve traducciones al inglés del Corán, analizando, palabra por palabras las beldades o las meteduras de pata de los traductores. Porque claro, la palabra de Dios requiere una traducción palabra por palabra, a lo metáfrasis agustiniana ¿no? Pues no.


Y encima una moza del público hizo la siguiente pregunta:


"Usted ha analizado estas nueve versiones hechas por hombres, me pregunto por qué ha obviado las tres versiones traducidas por mujeres."


A lo que el hombre, serio como una corbata, espetó que como que eso eran versiones de aficionados y no se podían tener en cuenta en un estudio serio de traducción. Again, yo muerto...


Y no se me crean que esto es del Islam únicamente y a Dios gracias, eh, que a la Biblia le pasa tres cuartos de lo mismo, y si no lean este maravilloso artículo que, para ser contrario a los postulados de Nida, cita su nombre más de 125 veces con lindezas del tipo:


I would describe Nida’s theory as Quixotic, in the sense that it leads to many incongruous identifications


Nida’s argument (...) is unfair, because it misrepresents the motives of the translator


Con dos cojones.


El señor Eugene Nida no es otro que el padre de la equivalencia dinámica. Es uno de esos señores a los que se les llama “traductores bíblicos”. Para los que no sean muy legos en esto de la equivalencia dinámica (también llamada funcional) les diré, así brevemente, que consiste en comunicar la idea que subyace al texto origen aunque, en algunos momentos tengamos que sacrificar forma o literalidad. Las palabras no serían tan importantes como el significado que encierran. Ésa es la idea.


Debo decir que re-belle no entiende la traducción sin equivalencia dinámica. Lo de la equivalencia formal, llámese metáfrasis o palabra por palabra, nos parece más una anécdota medieval antes que un intento serio de recoger un método de traducción. Ya sin entrar en cuestiones puntuales del tipo juego de palabras y demás, creemos que las palabras no son más que el vehículo que transporta significados entre sistemas lingüisticoculturales diferentes. Y si se tienen que sacrificar, pues se sacrifican.


Y además Nida es un hombre, y para los pocos que somos en traducción, pues habrá que apoyarlo a muerte, ¿no? Pues eso.


Aquello de que la palabra de Dios debe ser trasladada a la misma palabra de Dios pero en español nos hace, como poco, sonreír. Porque si lo hacemos palabra por palabra el resultado es un amasijo de signos lingüísticos con más -o más bien menos- sentido, obviando el hecho de que nunca hay una equivalencia completa entre palabras de dos lenguas diferentes por el simple motivo de que cada palabra tiene matices mínimos engarzados en el imaginario colectivo que son intrasladables, propios a una lengua y una cultura específica.

Antes de despedirme, les dejo con mis citas favoritas de la Biblia:

Génesis 11:1-9

Salmo: 23:4

Revelación 3:16


Y poco más. Miren que yo intento hacerlo corto, pero es que no puedo, oigan. Disfruten del sábado.


Referencia: MARLOWE, Michael. Against the Theory of ‘Dynamic Equivalence’

3 comentarios:

Ernest TC dijo...

Genial entrada, Rob. Qué tela lo del Dr. Asfar. Si es que así...

ginersito dijo...

Te admiro tanto... Este artículo, el vocabulario utilizado, la manera de engarzar los argumentos y de incorporar refranes y expresiones coloquiales en un magnífico ir y venir de registros que hace la lectura súper dinámica me han dejado, como tú dirías, muerto en la bañera con el secador en la mano.

Un aplauso.

Mireia dijo...

Estoy con Sergio en la admiración.

Y en cuanto al traductor del Islam, pues eso. Del Islam. O de la Biblia. Me da igual. Religiones, o cómo conseguir que la gente crea en tu teoría a través, no de demostrar, sino de obligar a que refuten lo indemostrable. En fin. El caso es que, en mi opinión, traducir la Biblia para hacerla comprensible sería poner al alcance de la mano lo que la Iglesia (o mezquita, o quien sea) no quiere, porque, si tú puedes interpretar la Biblia, y entenderla y disfrutarla, ¿por qué vas a ir a la iglesia a que un señor te hable durante dos horas y te acabe pidiendo dinero con el que sufragar su modo de vida? ¿Por qué la misa sólo se empezó a hacer en castellano o catalán en el siglo XX (si no me equivoco)? Es para rodearla de un misticismo que, si estuviera bien redactado y traducido, sería más parecido a un libro de Tolkien que a un manual de conducta según el que regir tu vida.

Y después de toda esta diatriba, algo en la dirección completamente opuesta: si hubieras traducido en latín (o griego antiguo) comprenderías por qué la traducción literal es el recurso más utilizado. La de veces que me quedé intentando traducir a Esopo o a Julio César y después de horas seguía sin entender qué querían decir esas cuatro palabras. Si te limitas a traducirlas literalmente te libras de tener que lidiar con un texto que fue escrito hace miles de años y con el que apenas compartes ningún punto de referencia. Es más fácil traducir literalmente y esperar a que los representantes de San Pedro en la Tierra lo interpreten que hacer tú tu propia interpretación, porque a veces, simplemente, no tiene sentido. O porque te pueden cortar la cabeza si pones algo que no les gusta, pero eso es harina de otro costal.

Besos.