jueves, 21 de abril de 2011

Sobre la interpretación policial

El doctor Juan Miguel Ortega es como mi gran descubrimiento de la temporada, oigan. Se lo prometo. Por si no lo saben, el doctor Ortega Herráez es traductor e intérprete policial y trabaja también para la Universidad de Alicante, y acaba de publicar un libro que estoy ansioso de comprar y echarle un ojo.

Hasta ahora yo de él sabía que su tesis era genial, sobre todo con ese índice tan claro que nos ha hecho la vida tan tan fácil para la comunicación que presentamos en Alcalá. Lo que no sabía es que mola: tanto él mismo como lo que hace. Otro día ya les cuento estas cosas, así con la calma, porque hoy vengo a hablarles de una de las comunicaciones que hizo en el congreso; pero vamos, que no puede ser más simpático y no puede combinar ese majismo mejor con su faceta profesional.

Pero a lo que vamos.

No sé si saben que hoy en día pueden hacerse denuncias por teléfono y por internet (alegría), y en siete combinaciones lingüísticas, además.

La cosa es que tanto en uno como en otro caso los denunciantes han de pasar por comisaría para ratificar en persona esa denuncia. Firmarla y tal. Con esto de la firma digital y esas cosas es posible que dentro de poco podamos denunciar por internet sin necesidad de presenciarnos en ningún sitio, pero para las hechas por teléfono, pues como que es impepinable esto de ir y firmar, oigan.

Eso sí, y hablando del teléfono, digo yo, quien atiende esas denuncias telefónicas, ¿es personal perteneciente a la policía? ¿Son civiles cuya profesión es la de intérpretes? ¿Se habían planteado esto alguna vez?

La realidad supera a la ficción como casi siempre, vaya, porque la respuesta es que ninguno de los dos: son teleoperadores que, siendo civiles, tienen acceso al sistema de redacción de denuncias de la policía.





Con dos cojones.






Con dos cojones, no ya porque no sé hasta qué punto la confidencialidad queda respaldada y hasta qué punto civiles como ustedes o como yo deberíamos poder entrar en tales sistemas informáticos, sino por el procedimiento en sí, que es como muy divertido y tal.

Fíjense que las denuncias telefónicas se redactan en español directamente, porque nuestros teleoperadores pueden hacer una traducción interiorizada mientras hablan con nosotros por teléfono. La policía, claro está, recibe las denuncias en idioma español. De modo que el denunciante llega a comisaría y le ponen un papel delante, que se supone que es su denuncia, y le dicen: ale, firme. ¿Y qué hacen las gentes? Pues firmar a ciegas una denuncia que no saben si se corresponden con lo que ellos quieren denunciar.

No me malinterpreten, que yo no desconfío en la calidad del servicio de denuncias interlingüísticas telefónicas, simplemente me parece bastante feo que los denunciantes no puedan tener acceso a una traducción a vista de lo que denuncian, ¿no?

Y no puede haber traducción a vista si no hay intérpretes en plantilla en comisaría, cosa que no hay siempre. Porque yo me pregunto, ¿no puede haber un sistema de videoconferencia con comisarías que sí tengan intérpretes para que pueda haber una traducción a vista?

Y me sigo preguntando: ¿cómo es que los traductores e intérpretes que trabajan en plantilla para la policía no tienen acceso al sistema on-line de denuncias ni a, digamos, una intranet desde la cual poder trabajar desde casa. ¿Por qué?

¿No podrían intérpretes de otras comisarías hacer ese trabajo a través de videoconferencia? ¿Estamos ante un uso poco eficaz de los traductores en plantilla de nuestro españolísimo estado? Lo digo, y lo dice el doctor Ortega Herráez, porque con esa asistencia remota se podría ahorrar parte de los 4.5 millones de euros que se invierten anualmente en subcontrata de servicios lingüísticos en combinaciones usuales entre los traductores en plantilla.

No sé. Hay veces que no entiendo nada.

Caso Begum

Caso Begum. Court of Appeal (Criminal Division) April 22, 1985. Appeal number 6187/8/87.

Les acabo de contar que Reino Unido tiene un registro público de intérpretes, y que es una gozada, oigan, y que en España nos encantaría tener algo así, y que ese registro es fruto de un esfuerzo personal de Ann Corsellis, de la que les tengo que hablar otro rato por la sesión de clausura del congreso de Alcalá, y de otras cosas varias.

Lo que no les he dicho es cómo es eso de que Reino Unido tiene ese registro.

Yo no sabía nada de nada, hasta que vino el mismísimo Gascón Jurado a Alcalá y yo me quedé muerto en la bañera con el secador en la mano.

Corrían los años 80 por tierras inglesas. Una mujer pakistaní, Igbar Begum, vivía un infierno de vida con un marido que la maltrataba día sí y día también. Un día, la mujer puso fin a todo ello y descansó. Descansó ella, y descansó él.

Obviamente la mujer fue acusada y llevada a prisión hasta que un juez dijera algo. Como la señora no hablaba inglés le pusieron un intérprete para todo el procedimiento judicial. Un intérprete, para los legos, no es una máquina, aunque de vez en cuando, sobre todo si hacemos caso al resto de actores del proceso judicial, pueda parecer que sí. Pues bien, el intérprete no hablaba el dialecto de la señora, y nadie se dio cuenta. Además el buenhombre era contable de profesión, con lo que ya me dirán ustedes cómo fue el juicio en cuestión...

La señora, cual perrito, iba y venía sin saber qué estaba pasando y, claro, aceptó condena y se declaró culpable sin saber ni qué, ni cómo, ni cuándo, ni por qué.

Para el tiempo en que las gentes se dieron cuenta, la señora estaba en la cárcel. Todo el procedimiento tuvo que repetirse de nuevo, esta vez con un intérprete que hablaba su mismo dialecto, y Begum, en 1985, fue absuelta.

Demasiado tarde, digo yo, porque su familia ya la había repudiado y Begum recuperó la honra para quitarse la vida.
Y yo me pregunto, ¿vamos a esperar a ese extremo para hacer lo mismo en España?

IV Congreso Internacional sobre TeI en Servicios Públicos

Queridos, queridas. Yo les ruego me perdonen, pero es que no hay forma de encontrar un huequillo para escribirles pausadamente. Además, la motivación viene y va, para qué les voy a engañar. Supongo que todos los que tienen un blog me entenderán en estos momentos.

Hoy vengo a hablarles de un congreso en que estuve la semana pasada: en IV Congreso internacional sobre TeI en los Servicios Públicos (en la Universidad de Alcalá de Henares). Resulta que desde el Piticli 2011 tanto a Marta como a un servidor pues como que nos había quedado la cosica de hacer algo más así como de la traducción, y a raíz de la doctora Borja, que es un sol de mujer, pudimos participar y realizar una comunicación en el congreso.

La verdad es que estuvo genial, y, durante tres días, pudimos asistir a comunicaciones y sesiones plenarias muy interesantes todas. Nuestra comunicación, que tuvo lugar el jueves después de comer, versó sobre el proyecto del grupo Gentt del que ya les he venido hablando otros días. De todos modos yo se lo esbozo nuevamente, que no pasa nada:

Ustedes sabrán que, gracias al trabajo personal de Ann Corsellis, el Reino Unido cuenta a día de hoy con un registro público de intérpretes judiciales. ¿Y en España?, dirán ustedes. Pues en España nada de nada, oiga: ni para traductores ni para intérpretes, ni para toreros. Lo mismo da.

Además cada CCAA hace un poco lo que le viene en gana: hay traductores judiciales que trabajan como funcionarios de grupo 1, otros no, hay traductores judiciales que tienen un fax en la oficina, otros que tienen que bajar a Penales para mandar uno (-vivido en carnes propias-). Vamos, un desorden de esos que para qué contar.

Encima los traductores judiciales, que se ve que su trabajo es fácil, reinventan la rueda una y otra vez porque, aunque sus textos son mucho más fácilmente sistematizables, aquí nadie guarda nada, ni reutiliza, ni aprovecha.

Claro, con la experiencia estos traductores se convierten en superhombres pero ¿y el que llega nuevo?

La comunicación que presentamos pretendía, y pretende, atajar ese problema y unos cuantos más tanto con la creación de un censo de traductores judiciales como con el desarrollo de una herramienta electrónica de gestión de la información en la que se incluya, además de un corpus de géneros judiciales, glosarios fraseológicos y terminológicos, plantillas, macroestructuras textuales, contextualizaciones del género en cuestión, y mucho más, no se vayan a creer.

Creo, y esto es una opinión personal, que la comunicación salió bien. Yo al menos quedé contento. Y además nos interpretaron al inglés, oigan, e incluso tuve la oportunidad de charlar con la chica que jugó con mis palabras en lengua inglesa. Todo un honor.

Y el congreso en general, fantástico. Carmen Valero, su organizadora, genial en todo momento; y un grupo de ponentes y asistentes dispuestos a compartir experiencias e ideas con nosotros. Próximamente les contamos más cosas, como las comunicaciones que nos parecieron más importante o la gente que conocimos por allá.

Y sí, lo que ven en la imagen es el logo de la Universidad de Alcalá. Y si, ven un ovni flanqueado por dos cisnes. No seré yo el que diga algo.

viernes, 1 de abril de 2011

Anecdotario

Echando mano de mi perfecto dominio del inglés, me callé. Robert Benchley (1889 - 1945)

Hay veces que es mejor decirle que sí al cliente, aunque se empeñe en la palabra "autosuicidarse"