Se llama José Luís Gómez, y se sentará en la silla de unTraductor. No sé si me gusta, si no me gusta, si esperaba más, o menos, o si esperaba una mujer, pero el actor ocupará la Z.
No es el primer actor que lo hace, acordémonos de Fernando Fernán Gómez, pero sí el primero que no ha escrito nada. Él es actor y director, e interpreta, pero no de nuestra forma, no se vayan a pensar.
Lo propusieron tres académicos, el escritor Francisco Nieva, el filósofo Emilio Lledó y el periodista Juan Luis Cebrián, y su nombre se alzó ante otros propuestos como el del filólogo Andrés Amorós, o el abogado Santiago Muñoz Machado, o el economista José B. Terceiro, o mis propias cábalas en femenino.
Pero veamos lo que nos dará, que un servidor está expectante. Sabemos que estudió Arte dramático en Westfalia, y luego en París, y luego en Nueva York. Y que codirigió con Núria Espert y Ramón Tamayo el Centro Dramático Nacional de 1979 a 1981, cuando se puso al frente del Teatro Nacional, hasta 1984.
Además, tanto como actor y director ha cosechado un montón de éxitos. De hecho creo que es de los pocos académicos que mi abuela reconoce por la tele y yo lo vi hace bien poco en Los abrazos rotos.
Eso sí, me gustaría saber qué le gustaría hacer a Gómez, sentado en la silla de Francisco Ayala, dentro de la Academia. Qué ideas tiene, qué opina de los últimos cambios en el DRAE y si, como muchos entre los que yo me incluyo, cree que el DRAE se está convirtiendo en un diccionario de uso, a la altura del Moliner o del Martínez Seco.
Algo parecido le rondaba al ABC cuando le pregunta lo siguiente:
¿Qué aportará José Luis Gómez a la escena de la Real Academia? «Yo creo que una defensa de la oralidad, un alegato en favor de la lengua en acción en los escenarios españoles. Hay que tener en cuenta que a nuestra lengua, el español, y al teatro de la sociedad española no siempre se les otorga la categoría que realmente tienen. Es mucho más fácil que se interesen por una obra en polaco, en checo y, por supuesto, en inglés o en francés en los escenarios internacionales que en español. Atención. Y hay otro asunto. La extraordinario extensión demográfica del español no trae consigo necesariamente un alto prestigio como lengua de cultura. Tenemos que luchar por eso».
Tengo ganas de leer su discurso de entrada. A ver si me hago con él y se lo pongo por aquí.
Mientras tanto, sigo reivindicando la “e” y la “n” para alguna mujer, porque la RAE no contemplará toda la riqueza del español hasta que las mujeres no estén representadas en sus butacas.
Muchas suerte al actor.