lunes, 31 de enero de 2011
La Fuente de todo mal (Comic Sans)
miércoles, 26 de enero de 2011
Dicciopreca, el diccionario precario de la FJI
Estaba yo por la redes, informándome sobre mi futuro, cuando me he encontrado, señoras y señores, con el Dicciopreca, un glosario que recoge diferentes términos relacionados con las becas de investigación y sus beneficiarios aka becarios precarios.
El Dicciopreca es una iniciativa de la Federación de Jóvenes Investigadores, que se creó en abril del 2000, y que se dedica a «la mejora de las condiciones laborales de los jóvenes investigadores, la dignificación de la profesión, la lucha por la eliminación de toda clase de becas que encubren puestos laborales y la elaboración de propuestas de cara a mejorar la situación de la ciencia y el I+D+i en España».
Este glosario se divide en tres apartados diferentes:
- Dicciopreca general,
- Dicciopreca europeo, y
- Siglas utilizadas frecuentemente en la FJI
Sobre todo, este diccionario recoge esas siglas que tanto gustan a los redactores del BOE y que tan confusas resultan a los becarios precarios en sus primeras incursiones en el mundillo investigador, a saber: FPI, FPU, RD, DEA…
Nada malo voy a decir sobre el diccionario, ya que entiendo que sus redactores —miembros de la Comisión de Documentación de precarios.org— no son lexicógrafos y que más bien se trata de un recurso de ayuda inmediata para todos aquellos jóvenes que luchan por entender los documentos oficiales y abrirse camino en el campo de la investigación.
Yo, por lo pronto, aquí se lo dejo, por si están pensando dedicarse al mundillo de la recherche y les agobia tanta terminología específica.
Investiguen mucho y pasen un buen día.
martes, 25 de enero de 2011
La mujer que escribió un diccionario
Fíjense ustedes que el María Moliner es, de entre todos los diccionarios que tengo por casa, al que más cariño le guardo. Y no sé por qué, la verdad, pero de vez en cuando me gusta cogerlo de la estantería, mirarlo, hojearlo y volverlo a dejar. Manías de uno, supongo.
A propósito de diccionarios leí hace muchos muchos años el siguiente texto de García Márquez, del que en concreto quiero mostrales un trocito:
(…) Es lo que me sucedió con el diccionario de la lengua. Nunca lo vi como un libro de estudio, gordo y sabio, sino como un juguete para toda la vida. Sobre todo desde que se me ocurrió buscar la palabra amarillo, que estaba descrita de este modo simple: del color del limón. Quedé en las tinieblas, pues en las Américas el limón es de color verde. El desconcierto aumentó cuando leí en el Romancero Gitano de Federico García Lorca estos versos inolvidables: En la mitad del camino cortó limones redondos y los fue tirando al agua hasta que la puso de oro. Con los años, el diccionario de la Real Academia –aunque mantuvo la referencia del limón– hizo el remiendo correspondiente: del color del oro. Sólo a los veintitantos años, cuando fui a Europa, descubrí que allí, en efecto, los limones son amarillos. Pero entonces había hecho ya un fascinante rastreo del tercer color del espectro solar a través de otros diccionarios del presente y del pasado. El Larousse y el Vox –como el de la Academia de 1780– se sirvieron también de las referencias del limón y del oro, pero sólo María Moliner hizo en 1976 la precisión implícita de que le color amarillo no es el de todo el limón sino sólo el de su cáscara. (...) Todos los diccionarios juntos, por supuesto, no le daban a los tobillos al más antiguo, compuesto por don Sebastián de Covarrubias, que había ido más lejos que ninguno en propiedad e inspiración para identificar el amarillo: Entre las colores se tiene por la mas infelice, por ser la de la muerte y de la larga y peligrosa enfermedad, y la color de los enamorados
¿No les encanta el texto?
Y es que Moliner, no me lo irán a negar, ocupa un lugar importantísimo en la historia de nuestros diccionarios, no se vayan a creer. «Mi único mérito es el diccionario», decia ella, pero todos sabemos que, aunque eso fuera cierto, que no lo es del todo, sentarse a escribir un diccionario no es tarea fácil, ni corta, sobre todo cuando el resultado es, ni más ni menos, una joya de la lexicografía de la lengua española.
Digo que no es cierto porque María Moliner tuvo una gran actividad en el frente cultural durante la República y en plena Guerra Civil, e incluso trabajó en las Misiones Pedagógicas para llevar algo de culturilla a los españolitos de a pie, oigan.
El Moliner, además, introdujo una nueva ordenación alfabética al considerar como letras simples a la CH y a la LL. Polémico, un rato, pero es algo que la Real Academia acabó aceptando en 1994, mucho más tarde que la propia Moliner.
Y no sólo eso, que el Moliner tiene algo que el DRAE nunca podrá tener, porque mientras este último se dedica a coleccionar palabras de segunda mano, de ésas que ya las dice hasta Peter, gastadas y usadas por propios y ajenos hasta decir basta; el María Moliner se propuso recolectar las palabras mientras aún estuvieran frescas, recién salidas del horno. Un criterio diferente, desahogado por no tener que responder a siglos de tradición académica y dinosáurica.
Dijo también García Márquez, ahora en otro artículo, que Moliner
(…) hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de uso del español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan tres kilos, y viene a ser, en consecuencia, más de dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y -a mi juicio- más de dos veces mejor. María Moliner lo escribió en las horas que le dejaba libre su empleo de bibliotecaria, y el que ella consideraba su verdadero oficio: remendar calcetines (...)
No quiero hacerlo muy largo porque tampoco quiero abusar de su tiempo de lectura, pero les diré que si algo echo en falta cuando hojeo el Moliner son las malas palabras. Y no me negarán que en nuestra lengua haylas, y muchas. Es el único pequeño comentario negativo que les puedo hacer, créanselo.
De hecho mientras escribo me da penica decirles eso de las malas palabras, fíjense ustedes hasta qué punto un servidor, ser de lengua bífida por antonomasia, le tiene cariño al diccionario.
Les dejo con una biografía también, que no tiene desperdicio.
A más ver
miércoles, 19 de enero de 2011
Otra de fantasmas
martes, 18 de enero de 2011
El Senado de Babel
De esos 55,1 millones, se reservan 350.000 euros para interpretación y traducción: unos 250.000 para el pleno y 100.000 más para la Comisión General de las Comunidades Autónomas, donde ya estaba permitido emplear los otros idiomas del Estado desde 2005. En conjunto, la partida para las lenguas cooficiales supone sólo un 0,63% del gasto de la Cámara. Ni el 1%.
El empleo de los idiomas cooficiales no ha subido el coste de la Cámara. FACT.
Y yo doy gracias porque el post al que les remitía antes no me gusta nada en absoluto. Al contrario, creo que es un derecho, avalado además por la Constitución, en su artículo 3.3, el concebir las lenguas del Estado como una "riqueza", un "patrimonio cultural" que merece "respeto y protección". Y la mejor forma de hacer que todo eso se ponga en práctica es aceptando esas lenguas en la Cámara alta.
Y yo que me alegro, oigan.
ACTUALIZACIÓN 19 DE ENERO. Miren los presupuestos generales de 2010 (página 33 del tomo 1) y de 2011 (página 24 tomo 1) y podrán comprobar lo que digo ustedes mismos. Un beso.
Desde el más allá
Pero bien. Hoy vengo a hablarles de algo que me inquieta, y es la interpretación en el mas rabioso directo, en la televisión. Hasta ahora sólo me había pasado con El Hormiguero, aquello de ver –de oír, en este caso- a la interprete de forma tan expuesta, desnuda, con su voz transmitiéndose a los hogares españoles, y en prime time. Y es bien cierto que desde ese momento la gente se puso a hablar de la interprete, porque supongo que hasta entonces la interpretación la haría un pinganillo, digo yo. Y de ahí salen grupos de Facebook del tipo “Admiro a muerte a la interprete de El Hormiguero”, etc. Y que nadie diga que no me alegro yo por estas cosas, oigan.
Lo que no había visto nunca era el mismo presentador de un programa haciendo de intérprete como tónica habitual, cosa que Jordi Gonzalez viene haciendo desde hace relativamente poco.
Resulta que hay un programa nuevo que se llama “Desde el más allá” en el que una médium inglesa, que no habla español, conecta con los espíritus y se comunica con famosos de todo tipo y con gentes del público. Como yo no puedo verlo, déjenme que les cite una versión informativa y objetiva del programa:
(…) La mecánica es sencilla. La falsa médium (valga la redundancia) se sienta delante del invitado de turno y empieza a transmitir lo que, según ella, le cuentan los muertos pero que en realidad se lo saca de la figa. No dice nada, absolutamente nada, que no se sepa y que un guionista no se haya encargado de recopilar para la occasion (…)
Bien está.
Pero la cosa está en que es Jordi Gonzalez el que se encarga de hacerle las consecutivas a la médium. Que son consecutivas cortas, muy cortas, y sin toma de notas, sí; pero aun así me parece gracioso ver al buenhombre darlo todo con su inglés. Y También hace enlaces cuando, de tanto en tanto, se comunica con los espíritus de las gentes del público.
Es cierto que siempre se oirán las voces que digan que si se lo chivan por el pinganillo, pero yo les prometo que cuando veo los vídeos veo errores que yo mismo cometía y que aún hoy cometo: veo a Jordi vacilar, veo silencios incomodos, no sé.
Veamos un vídeo:
Analicemos.
Para empezar Jordi interpreta en tercera persona. A todo esto digo yo que alguien le habrá dado un par de clases de interpretación, porque si no no sé yo el porqué de su decisión.
00.13 Jordi reformula
02.05 Jordi no se entera de los que “to make an entrance” significa, reformula y rompe el flujo de la interpretación incluyendo un fragmento suyo en primera persona. Esto se explica por el hecho de que, a la vez que interpreta, el polifacético periodista se debe a la audiencia.
03.19 El pobrecillo se pierde y se queda muerto, y en directo
03.50, y en el resto del vídeo. Jordi confunde una otra vez el “tú” y el “usted”. A veces uno, a veces otro. No hay coherencia.
07.10 Vuelve a no enterarse, en este caso del “my heart went”
08.16 Más de lo mismo, pero esta vez hace que el orador tenga que reformular el TO (y ni aun así lo saca)
08.55 Jordi se cansa y nos suelta un “a ver cómo te lo explico” en un intento de empatizar con el público y con Lucía. No puede reformular.
No hace falta que sigamos hasta el final del vídeo.
No se tomen esto por un estudio exhaustivo, eh, que me he limitado a analizar ocho minutos de un programa de televisión, nada más. Y visto lo visto discúlpenme pero me reafirmo: yo creo que Jordi lo hace solo, y la verdad es que no lo hace mal del todo, ¿no?
Y a todo esto: ¿estamos delante de una aparcición fantasmagórica con un sólo intérprete o con dos? Porque ¿cómo hace la vidente para entender a los espíritus españoles del otro lado? ¿Quiere decir esto que los espíritus también utilizan un intérprete en el más allá para comunicarse con Anne Germaine y que luego ella utiliza a Jordi para hacer lo propio?
Miren ustedes por donde que no nos va a sobrar el trabajo ni una vez muertos. Buenas noticias en tiempos de crisi, ¿eh?
jueves, 6 de enero de 2011
Oro, incienso, mirra y una edición bilingüe
Antes que nada: ¡FELIZ AÑO 2011! Dicen que «año nuevo, vida nueva»; así que me van a permitir subirme, de nuevo, al carro de este blog. Les pido sean benévolos con mis posts que aún no tienen el rodaje de los de Rob*.
Como este año he sido una niña buena, los Reyes han llegado cargaditos de regalos y vengo a contarles sobre uno de los que más ilusión me ha hecho. Se trata de una edición bilingüe del clásico Fausto de Johann Wolfgang von Goethe, traducido por Helena Cortés Gabaudan y editado por Abada Editores.
Para aquellos menos doctos en la materia que nos ocupa, explicaré que una edición bilingüe es aquella que presenta tanto el texto en idioma original —en las páginas impares— como su traducción —en las páginas pares— de modo que vemos los párrafos de TO y TM alineados.
No sé muy bien por qué, siempre me han fascinado las ediciones bilingües. Supongo que será porque en el mismo volumen se ven original y traducción y ésta no pretende substituir al TO en la cultura meta, ambos coexisten sin mayor problema.
En nuestro país hay una ingente cantidad de literatura traducida, pero encontrar ediciones bilingües no es tan fácil. Normalmente, las obras que se presentan en este formato suelen ser grandes clásicos de la poesía y el teatro —yo misma, admiradora de estos volúmenes, sólo tengo, además de ésta de la que vengo a hablarles: Poeta en Nueva York, de Lorca, y La divina comedia, de Dante Alighieri—.
Este tipo de ediciones no suelen ir dirigidas al gran público. Seamos sinceros, por muy bonito que sea, si no se tiene ni papa de alemán (en este caso), tener el original junto a la traducción es un tontería; y, del mismo modo, si se comprende el idioma original ¿por qué buscar la traducción? Pues bien, el receptor prototípico de una edición bilingüe sería, por ejemplo, alguien que conoce ambas lenguas y está interesado en estudiar la obra original. De hecho, se conoce como traducción erudita o anotada a aquellas traducciones que presentan comentarios filológicos o históricos (Hurtado, 2001).
Después de pensar un rato, he llegado a la conclusión de que el hecho de que se presenten ambos textos de forma conjunta puede plantear un problema al traductor a la hora de elegir las estrategias para llevar a cabo el encargo, ya que el receptor ideal de la edición será muy exigente con el producto final de la traducción. Lo mismo ocurre en otras ocasiones en las que podemos acceder a los dos textos —origen y meta— al mismo tiempo, como en el caso de los subtítulos. ¿Cuántos de ustedes han puesto el grito en el cielo al comprobar que lo que se decía en pantalla era algo diferente a lo escrito en los subtítulos? Apuesto a que unos cuantos. Por esta razón, los subtítulos suelen ceñirse mucho al TO; y lo mismo ocurre con esta edición de Fausto.
Como toda traducción de estas características, va acompañada de un largo prólogo en el que se explican las decisiones tomadas a la hora de traducir el libro. Una de ellas es esa búsqueda de «la fidelidad más absoluta a la letra», la traducción literal, el literalismo; métodos traductores que, según nos han enseñado, debemos mirar con suspicacia. Además, esta obra tiene la gran dificultad de estar prácticamente toda rimada y con diferentes estilos, que Goethe no eligió de forma aleatoria. Es decir, los diferentes estilos expresivos se adaptan a los personajes y las escenas —pero, ojo, no se crean que todos los lectores alemanes se dan cuenta de esto— por lo que podemos encontrarnos con tercetos encadenados, versos de obra menor, trímetos griegos… Así mismo, en esta edición se ha intentando cuidar la máximo esta característica, incluso buscando no faltar a las alternancias y encadenamientos de las rimas: ab–ab, aa–bb, abc–abc…
Cuantas más vueltas le doy, más me asombro. Sólo puedo decirles una cosa: señores, me quito el sombrero ante los traductores que persiguen plasmar la riqueza plástica y estilística de los textos originales, aunque parezca a priori una tarea más difícil que la del transvase del contenido. Sin duda el traductor se convierte en poeta. Y hasta aquí mi reflexión.
Pasen una buena tarde y disfruten, que mañana ya es laborable.