De todos modos, como hasta el Tato tiene su teoría creo que yo también me merezco decir lo que pienso al respecto. He dicho.
Dejando al margen cualquier planteamiento puramente lingüístico (que ya somos mayorcitos para quedarnos en ese nivel) os comentaré que, para mí, la equivalencia es algo que... depende, como todo por aquí. La equivalencia depende de varios factores intrínsecos a la traducción, y aquél que intente dar una clasificación rígida y estática la lleva clara.
Mi primera pregunta es: ¿pueden existir unidades de traducción (me refiero siempre a unidades de sentido) equivalentes al margen del contexto? Es verdad que decimos Izmir en inglés y en español Esmirna (nombres propios), es verdad que un número, es simpre un número; pero también es cierto que en te has pasao' diez pueblos ese 10 no es, ni de lejos, un mero número 10.
La equivalencia ha de ser por fuerza flexible y relativa, y basada en las relaciones internas y externas que se dan en el texto original; porque lo que nos vale para unos casos no nos vale para los demás. Los factores más importantes que, a mi juicio, condicionan la equivalencia traductora son:
El método traductor. Básicamente, si realizamos una traducción/adaptación catalán-español de, digamos, el Tirant lo Blanch para niños de 5 años; igual un balaústre puede pasar a ser una mera barandilla aunque conceptualmente no sean lo mismo. Será el método traductor elegido (método libre, en este caso) el que legitime el vínculo entre estas dos palabras que a priori, no serían equivalentes. Como vemos, la equivalencia nunca es estática.
La modalidad de traducción. Y es que si se trata de una traducción literaria, o una traducción jurídica la equivalencia entre las diferentes unidades se difumina y queda marcada por las características de la modalidad de traducción a que se traduce, y más íntimamente por las características del género textual concreto.
Recapitulando, la equivalencia es una noción relativa y funcional que varía dependiendo de múltiples factores. Lo interesante de la equivalencia es poder definir el vínculo cambiante que une las diferentes unidades de traducción.
viernes, 5 de septiembre de 2008
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Nociones de análisis: Equivalencia I
Si hay una palabra que se repite cientos de veces en cualquier manual de traducción, ésa es "equivalencia". La equivalencia en traducción, pilar de estudio por parte de traductólogos que durante décadas han estado exprimiéndose los sesos para definir qué narices es la equivalencia y descrifrar unos parámetros que la caractericen es, a día de hoy, otro galimatías de traducción en el que hasta el todo el mundo da su punto de vista y nadie escucha a los demás. Visto lo visto, yo también quiero dar el mío.
Me parece interesante el punto de vista de Snell-Hornby cuando dice que el foco de todos los males radica en la propia palabra equivalencia. Según la autora, equivalencia, equivalence o equivalència tienen un matiz de similitud; algo es equivalente cuando, digamos, nos hace las veces. Vale, de acuerdo. Podemos decir casa y hogar, y la verdad es que sí, los podemos considerar equivalentes.
El problema llega en lenguas como el alemán, en el que Äquivalence tiene un matiz de identidad. En nuestro caso, el hogar y la casa no son estrictamente lo mismo, así que ahí ya no hay equivalencia. Claro está, si entendemos cosas diferentes por la palabrita en cuestión, no nos pondremos de acuerdo ni pa Dios.
Continuará...
Me parece interesante el punto de vista de Snell-Hornby cuando dice que el foco de todos los males radica en la propia palabra equivalencia. Según la autora, equivalencia, equivalence o equivalència tienen un matiz de similitud; algo es equivalente cuando, digamos, nos hace las veces. Vale, de acuerdo. Podemos decir casa y hogar, y la verdad es que sí, los podemos considerar equivalentes.
El problema llega en lenguas como el alemán, en el que Äquivalence tiene un matiz de identidad. En nuestro caso, el hogar y la casa no son estrictamente lo mismo, así que ahí ya no hay equivalencia. Claro está, si entendemos cosas diferentes por la palabrita en cuestión, no nos pondremos de acuerdo ni pa Dios.
Continuará...
domingo, 31 de agosto de 2008
GRANDES: Doña Marina la Malinche
La verdad es que nunca había oído hablar de esta intérprete hasta hace un par de días.
Doña Marina, La Malinche, nació entre la alta sociedad mejicana del siglo XVI. Por unas o por otras, Doña Marina acabó como esclava de los mayas, con lo que desde bien joven aprendió dos lenguas que luego le serían vitales: el maya y el náhuatl, su lenga materna.
La serie de infortunios en la vida de la muchacha no acabó allí, y es que La Malinche fue posteriormente regalada a los conquistadores españoles del Nuevo Mundo, con lo que pronto aprendió el español también.
Con ese bagaje su importancia en la Conqusita no se hizo esperar: Hernán Cortés la convirtió en su intérprete entre españoles e indígenas.
Más allá de sus servicios como intérprete, doña Marina asesoró a los españoles sobre las costumbres sociales y militares de los nativos, cumpliendo más de una tarea de ésas que hoy responderían a "inteligencia" y "diplomacia".
No en vano fue el mismo Hernán Cortés el que dijo: "Después de Dios, le debemos la conquista de la Nueva España a Doña Marina".
RE-BELLE ET INFIDÈLE
La idea de Re-belle et infidèle surge una tarde de agosto, cuando mira tú por dónde, un estudio de Neuzig cayó en mis manos. En ese momento me di cuenta de que nunca había visitado un blog sobre traducción: ni hecho por un estudiante, ni por un traductor, ni por un traductólogo.
Nunca es tarde si la dicha es buena. He dicho.
Nunca es tarde si la dicha es buena. He dicho.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)