Caso Begum. Court of Appeal (Criminal Division) April 22, 1985. Appeal number 6187/8/87.
Les acabo de contar que Reino Unido tiene un registro público de intérpretes, y que es una gozada, oigan, y que en España nos encantaría tener algo así, y que ese registro es fruto de un esfuerzo personal de Ann Corsellis, de la que les tengo que hablar otro rato por la sesión de clausura del congreso de Alcalá, y de otras cosas varias.
Lo que no les he dicho es cómo es eso de que Reino Unido tiene ese registro.
Yo no sabía nada de nada, hasta que vino el mismísimo Gascón Jurado a Alcalá y yo me quedé muerto en la bañera con el secador en la mano.
Corrían los años 80 por tierras inglesas. Una mujer pakistaní, Igbar Begum, vivía un infierno de vida con un marido que la maltrataba día sí y día también. Un día, la mujer puso fin a todo ello y descansó. Descansó ella, y descansó él.
Obviamente la mujer fue acusada y llevada a prisión hasta que un juez dijera algo. Como la señora no hablaba inglés le pusieron un intérprete para todo el procedimiento judicial. Un intérprete, para los legos, no es una máquina, aunque de vez en cuando, sobre todo si hacemos caso al resto de actores del proceso judicial, pueda parecer que sí. Pues bien, el intérprete no hablaba el dialecto de la señora, y nadie se dio cuenta. Además el buenhombre era contable de profesión, con lo que ya me dirán ustedes cómo fue el juicio en cuestión...
La señora, cual perrito, iba y venía sin saber qué estaba pasando y, claro, aceptó condena y se declaró culpable sin saber ni qué, ni cómo, ni cuándo, ni por qué.
Para el tiempo en que las gentes se dieron cuenta, la señora estaba en la cárcel. Todo el procedimiento tuvo que repetirse de nuevo, esta vez con un intérprete que hablaba su mismo dialecto, y Begum, en 1985, fue absuelta.
Demasiado tarde, digo yo, porque su familia ya la había repudiado y Begum recuperó la honra para quitarse la vida.
Y yo me pregunto, ¿vamos a esperar a ese extremo para hacer lo mismo en España?
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