Día agridulce, supongo, en la Real
Academia de la Lengua, porque, empeñado como estoy en hacerles crónica social de
la institución, hoy vengo a contarles una feliz y una triste
noticia.
Primero que nada, y siguiendo mi
anterior post, les anuncio que ya tenemos be minúscula: MiguelSáenz. Contentos estamos en el gremio, pues, de tener un traductor
full-time en la Academia. Haberlos ya los había (Javier Marías,
Rodríguez Adrados) y los hubo (Francisco Ayala). Pero todos estos
traductores tenían, o tienen, otro oficio además de la traducción;
y Sáenz, como él mismo apunta, es un traductor puro.
He recopilado algunas citas de la nueva
be minúscula sobre la traducción, a ver qué les parece:
«La traducción es una actividad muy
desesperada. Es una aproximación a algo que no existe: la traducción
perfecta»
«Las
tecnologías repercuten por un lado de una manera muy positiva,
porque ahora el traductor tiene muchos más medios para poder
investigar que antes eran inimaginables. Hoy el traductor que no
averigüe o no profundice en un texto es porque realmente no quiere.
Las nuevas tecnologías suponen para nosotros una inmensa ayuda. Sólo
el ordenador es una ventaja enorme. Pero también, hay que advertir,
que están repercutiendo en el idioma de una manera que no es tan
positiva. En ocasiones lo deterioran, como sucede con los mensajes
rápidos y los chats»
Pues
sí. Parece que razón no le falta. La traducción, en sus propias
palabras y en las nuestras también, es la gran olvidada en la cadena
de la literatura.
Desde
aquí le deseamos un feliz ingreso, que pronuncia su discurso de
entrada pronto (tiene dos años para hacerlo), y que su entrada en la
RAE sirva para revalorizar el papel fundamental y sin embargo tan
poco reconocido de la traducción.
Y
eso sí, la nota triste del día es que la otra be, la be grande, hamuerto. José Luis Borau, guionista y director de cine, deja vacante
la be mayúscula.
Unos
que van y otros que vienen. Por lo menos ya hay alguien que pueda
hacerse responsable de las palabras que empiezan por be.