No es la primera vez que tratamos este
tema en re-belle, y es que, aunque no tiene nada que ver con lo que
hago como traductor -la supuestamente temible jurídica- la ideología
en el discurso y en la traducción es un tema que me fascina.
¿Qué hace que una película sea para
niños? ¿El que sea de dibujos? ¿Hay películas de dibujos que no
son para niños? ¿Y qué es lo que marca entonces que lo sean o que
no lo sean? El género infantil, a diferencia de otros géneros, no
agrupa toda una serie de películas por su temática (cine de terror,
western) ni por la época en que fueron filmadas (cine clásico, cine
contemporáneo) ni por su procedencia (cine japonés, cine español).
Bajo el término “género infantil” caben multitud de películas
con un denominador común: la ausencia de elementos intertextuales,
los ingredientes que dan vida a una película para adultos
(alusiones, parodias, manipulaciones del discurso, ironía,
simbolismo, citas directas de otros textos, símiles, metáforas,
etc.)
No es que los niños no puedan
reconocer esos elementos o incluso utilizarlos en su día a día,
sino que simplemente les ha faltado el tiempo para asimilar y ampliar
su bagaje cultural de forma que puedan entender completamente lo que
ven y escuchan, de ahí que las películas para niños tengan ese
denominador común: un humor no basado en la intertextualidad.
Sin embargo acotar tanto el segmento de mercado respecto a posibles espectadores no es bueno para la industria, ni mucho menos rentable. La industria busca al público adulto en sus largometrajes infantiles, a un público adulto que no necesita de niños como “coartada” que justifique su presencia en las salas de cine.
Sin embargo acotar tanto el segmento de mercado respecto a posibles espectadores no es bueno para la industria, ni mucho menos rentable. La industria busca al público adulto en sus largometrajes infantiles, a un público adulto que no necesita de niños como “coartada” que justifique su presencia en las salas de cine.
Y eso lo hace intercalando, en una
película infantil, referencias veladas y otros elementos que sólo
un público adulto puede entender completamente. Si a todo esto le
sumamos la perfección técnica en las películas de adultos (el pelo
de Mérida en Brave, por ejemplo) y la calidad de la música y de los
dobladores (con voces famosas que actúan de gancho, como Anabel
Alonso en Nemo) tenemos un paquete perfecto y un producto de
márqueting recién salido del horno para el uso y disfrute de más y
más televidentes.
Para ilustrarles, veamos los ejemplos
que he podido sacar de Gru, mi villano favorito, película que acabo
de ver en estos momentos (lo que hace el aburrimiento):
1.Publicidad de la cadena de televisión
NBC
2.Al Banco del Mal (no sé si ése es
el nombre de la versión española) anteriormente se le conocía como
Lehman Brothers. Vaya, donde trabajó nuestro ministro de Economía,
y desde luego luego empresa que pocos niños conocerán.
3.Las rastas, los colores... recuerdan
a algo pero ahora mismo no caigo.
4.El segundo villano de la película
juega a la Wii, conocido juguete con gran número de usuarios
creciditos ya.
5.El ambientador de pino va directo a
la carcajada adulta por lo fuera de lugar en que estña.
6.Copacabana, la canción
7.Blue-ray disc adaptado para la
ocasión
Disney lleva algo de tiempo ya
aplicando estas estrategias de márqueting que, sin yo estar a favor
ni en contra, están teniendo resultados positivos. Yo mismo, en los
últimos seis meses, he visto dos películas supuestamente para
niños, y he disfrutado las dos (sobre todo Brave).
Otro día hablamos más sobre ideología
y Disney, que aún me quedan cosas en el tintero. Estoy oxidado como hace tiempo, a ver si vuelvo al hábito de escribir que si no, vamos apañaos...